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Tuesday, December 18, 2012

Tren al ayer.


¿Alguien recuerda el olor del vapor que despedía la locomotora del tren? Hasta el año 1963- 64 había un tren con una máquina vapor que hacía el trayecto ida y vuelta de Rosario a Granadero Baigorria. Era solo uno que partía a eso de las 9 y media de la mañana desde Baigorria y volvía al pueblito de entonces a las 4 de la tarde. Además había cuatro horarios más de salida hacia Rosario pero con trenes de locomotora más modernas y rápidas con solo dos coches de pasajeros. También venían del norte santafecino trenes que paraban en la estación local para ir a la gran ciudad cercana. En esos días, cada veinte minutos, teníamos un tren para tomar y salir a los destinos habituales. Los ómnibus por el contrario eran escasos y muy incómodos como lentos para viajar a cualquier parte. Por eso, la vida activa transcurría en esos años 60’s al ritmo de los trenes.
                Pero este tren en particular, el de la locomotora a vapor era todo un espectáculo en sí misma. Sus grandes ruedas traseras, imponentes, de dos metros de diámetro, arrancaban siempre patinando sobre el riel de las vías para poner en movimiento la formación. Sus bielas de acero brillante, que empujaban esas grandes ruedas, era un mágico cambio de fuerzas que refunfuñaban violentas a la inercia y a sus pasajeros. Y todo acompañado con un innumerable conjunto de piezas de hierro y varillas, las cientos de válvulas y pistones, que resonaban un fenomenal ruido al moverse lentamente la máquina negra, como le decíamos los chicos del barrio.
                El viaje con esa máquina era raro, al comenzar tosía calientes nubes de vapor de agua y humo oscuro que inundaba por un rato largo la plataforma de la estación. El olor del vapor y del acero hirviendo parecía ser un anticipo del futuro de fábricas que nos llevarían encantados al mundo nuevo que se venía venir todos los días en el paisaje transformado de la pampa pegada al caserío del pueblo.
Muchas veces, cuando estaba en Rosario Norte a la tardecita esperando la salida de un tren local al pueblo, aparecían otras máquinas a vapor pero mucho más grandes que venían de Buenos Aires o de Córdoba. Estas locomotoras eran gigantescas moles redondeadas de hierro sudado que imponían un miedo enorme a las familias que esperaban frenéticas en las plataformas los trenes a sus distintos destinos. Estas máquinas a vapor hacían un exagerado ruido dentro de las grandes estaciones de trenes de las ciudades junto a las nubes fieles de vapor y del humo negro.
                Eran, sin embargo, una especie en extinción.
                La que venía a Granadero Baigorria terminó sus días junto a las demás locomotoras a diésel que hacían el resto de los viajes frecuentes de mañana y tarde.
Pronto, muy pronto, empezaron a proliferar los colectivos que usaban la ruta 11. Y cuanto más líneas de ómnibus comenzaron a pasar por la avenida del pueblo tanto menos trenes pasaban por la vías del ferrocarril Mitre. Y pocos años después, al llegar los agitados años 70’s, fue lo opuesto. Había innumerables frecuencias de colectivos y pocos trenes de larga distancia pasaban por la estación del pueblo.
                El olor del vapor resurge de vez en cuando en los recuerdos para ver que junto con el cambio del uso de los transportes masivos también se cambió el futuro que venía. Que el futuro que prometían los ferrocarriles se fue con ellos. Y vino otro escondido y traidor que no dejó esperanzas a los pasajeros que se quedaron sin destino.